sábado, 22 de julio de 2023

EN SAN PETERSBURGO

 


16 DE JULIO. DOMINGO.

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Nos levantamos a las tres de la mañana. Por la ventana vemos que ya está claro. El tiempo es fresco, pero este verano se caracteriza por los cambios bruscos de temperatura: una ola de calor se alterna con una de frío, y en mis caminatas matutinas no puedo salir con vestimenta ligera como el año pasado. Debo abrigarme con ropa gruesa. Yo no tomo café ni desayuno de madrugada; sin embargo, hay que comer algo para que el estómago soporte los embates del camino. Ir en carro con el estómago vacío me da nauseas. Natalia desayuna con un sándwich; yo como un poco de queso , rosquillas saladas y una taza pequeña de café.

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Nos sentamos antes de salir. Es una vieja costumbre rusa , combinación de religión y superstición, para disponer las fuerzas del bien sobre el sendero. A las cinco llega el taxi. Las calles están solitarias y silenciosas. El taxista dice que hoy no lloverá. Los taxistas siempre hablan del tiempo. Los bombillos y los rayos solares compiten por iluminar la carretera. En cuarenta minutos estamos en el aeropuerto Domodiedovo. Nos sentamos en un banquillo antes de entrar. El viento frío sopla. Natalia fuma. Yo reviso las noticias en el celular. A las seis entramos y empezamos a pasar por los controles respectivos. La revisión del pasaporte me recuerda un escrito de Stefan Zweig cuando en la primera mitad del siglo XX se iniciaron estos procedimientos en la aeronáutica civil y la gente se quejaba de que les estaban coartando la libertad de movimientos con ese requisito inútil. Hoy todos esas alcabalas son imprescindibles por la seguridad de todos.

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[En pleno vuelo]

 

 

El avión tiene tres asientos a cada lado. Nos colocan por separado. Me toca corredor. El asiento a mi lado está vació. En la ventanilla está una mujer muy obesa que llama a la azafata porque no le alcanza el cinturón de seguridad. Le traen una extensión y entiendo la razón por la cual el asiento central está vació. Leí en alguna parte que los pasajeros son ubicados por peso para equilibrar las cargas. Nos traen una barra de chocolate y un vaso de jugo de manzana. En treinta minutos el avión empieza a descender en el aeropuerto Pulkovo. El vuelo duró un poco más de una hora. Bajamos y caminamos por un corredor muy extenso hasta alcanzar la calle. Ya estamos en San Petersburgo. Pensamos en tomar un taxi, pero vemos que unos buses van hasta el centro de la ciudad. Una mujer vende los boletos. Pagamos y nos entrega unos tiques como en el tiempo de la Unión Soviética. En Moscú el pago del trasporte está automatizado y no hay documentación física.  El bus nos deja en la estación del Metro “Moskovskaia” . De allí nos montamos en un taxi hasta nuestro hotel en la calle Kazanskaia. Por la ventanilla veo los monumentos de Kutúzov y Chernyshesky.  

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Nuestro hotel, en la calle Kazanskaia, es muy céntrico. Es una excelente ubicación para alguien que no conoce la ciudad porque muchos sitios históricos y turísticos están muy cerca. El hotel en realidad es la residencia estudiantil de la Universidad Pedagógica Herzen, una institución fundada en 1797 con el nombre de Casa Educativa de San Petersburg , y que en 1920 recibió el nombre Herzen. Alexander Ivánovich Herzen (1812-1870) fue un revolucionario y filósofo ruso , cuya biografía leí en tiempos estudiantiles.


[Biografía de Alexander Herzen. Biblioteca de ERMG]

 

 Se le considera el padre del socialismo campesino. Stepán Trofimovich Verjovenski, personaje de la novela de Dostoyevski “Los demonios” (1871), es un intelectual tomado de la vida real: es Alexander Herzen,  que solía decir: “La vida me ha enseñado a pensar, pero el pensamiento no me ha enseñado a vivir”. Dostoyevski caracteriza a Verjovenski como promotor del “caos socialista y despótico”.



[Los demonios]

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Nuestro cuarto está en el tercer piso. A través de un largo corredor con parquet pasamos dos recibos con sus muebles. Las paredes tienen algunas pinturas con motivos de la ciudad. El cuarto tiene las comodidades mínimas con nevera incluida. Las ventanas dan hacia un jardín con árboles grandes y huertos de flores.  El hotel tiene comedor y un dispensador para comprar café.

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[Afiche en el Manneken Pis de San Petersburgo]

 

Damos un paseo y entramos a un restaurant que está al frente de nuestro hotel llamado “Manneken Pis”. Es un bar donde se sirven varios tipos de cervezas importadas, especialmente de Bélgica. Pedimos cerveza negra, espesa, fría y reconfortante. Nos traen una ración de un queso frito . Son unas esferas blancas muy gustosas.

El bar es un grato recordatorio del Manneken Pis de Bruselas visitado por nosotros en el 2014. En aquella oportunidad escribimos lo siguiente:




[Manneken Pis de Bruselas]

“En la noche llegamos a Bruselas y damos un paseo por entre algunas ruinas del Imperio Romano antes de llegar al Manneken Pis, el niño de bronce que orina en la fuente. El niño que orina que vemos es de nuestros tiempos, pero uno similar ya era conocido desde la Edad Media para representar la libertad, porque el infante se orinó sobre tropas enemigas, las cuales perdieron la batalla. También se dice que un niño evitó una explosión cuando orinó sobre la mecha de un barril de pólvora durante un asedio a Bruselas.  Otra leyenda dice que un niño se perdió y el padre lo encontró orinando y decidió hacerle una estatua. Pero algunos discrepan de semejantes sesudas disquisiciones y simplemente afirman que es parte del surrealismo y del humor belga ´porque el niño es símbolo de grandes fiestas con música; se le disfraza de diferentes maneras, y entonces puede orinar vino y cerveza”.

 

 



[En el Manneken Pis de San Petersburgo]

 

 

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