sábado, 15 de octubre de 2022

EN LA CASA MUSEO DE GORKI EN MOSCÚ.

 


Edgardo Rafael Malaspina Guerra.

 


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A las once de la mañana salgo de la casa. El día es radiante , pero a pesar de que el sol penetra todos los espacios, hace frío. El bus tarda en llegar. En el Metro Tiopli Stan un policía le solicita documentos a unos usuarios. Son tiempos de guerra y cualquiera es sospechoso, pienso.  Llegó a la estación Tretiakovskaia, luego de media hora.  Leo Mis universidades de Gorki que forma parte de una trilogía junto con Infancia y Por el mundo. Esos libros los leí en mis tiempos estudiantiles. Empecé con La Madre porque era la obra que estaba en boca de todos los jóvenes de la época. Paso a la Novokusnevskaia .Salgo en Tverskaia y coloco el GPS en el celular. Camino y el dispositivo heredero de la brújula dice que ese no es el camino. Retrocedo. Empiezo de nuevo, pero igual me equivoco: Todo es consecuencia de que no soy de la generación digital. Soy inmigrante digital, según el libro El cerebro digital de Gary Small y Gigi Vorgan. Me pierdo y me desespero. Pienso regresar y me entristezco porque volver así es salir derrotado en una empresa tan pequeña, y porque puede ser una concesión al paso del tiempo.

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Recuerdo   un escrito sobre el nonagenario Clint Eastwood cuando le preguntaron por su método para mantenerse activo. Respondió: “Cuando me levanto todos los días, no dejo entrar al viejo. Mi secreto es el mismo desde 1959: mantenerme ocupado. Nunca dejo que el viejo entre en casa. He tenido que sacarlo a rastras, porque el tipo ya estaba cómodamente instalado, dándome el coñazo a todas horas, sin dejarme espacio para otra cosa que no fuera la nostalgia. Hay que mantenerse activo, vivo, feliz, fuerte, capaz. Está en nosotros, en nuestra inteligencia, actitud y mentalidad. Somos jóvenes, con independencia de nuestro DNI. Hay que aprender a luchar por no dejar “entrar al viejo”. Entonces decido seguir, pero cómo si estoy perdido y los perdidos suelen dar vueltas en círculo sin poder conseguir la salida.

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¿Perdido? Pero es no es del todo malo según un libro que leí hace algún tiempo. Se llama El arte de perderse de la escritora estadounidense Rebecca Solnit. Citas: Estar perdido puede ser la oportunidad para encontrar una salida que nos lleve a una vida mucho mejor. No perderte nunca es no vivir. No pasa nada por vivir de vez en cuando la experiencia de no saber qué hacer a continuación, por encontrarse con un obstáculo.  No pasa nada por reconocer que en la vida hay algo de misterio, que hay un componente de incertidumbre.  No pasa nada por reconocer que necesitamos ayuda, que pedir ayuda es un acto de una gran generosidad porque permite a los demás ayudarnos y nos permite a nosotros mismos ser ayudados. Unas veces pedimos ayuda, otras veces ofrecemos ayuda, y entonces este mundo hostil se transforma en un lugar muy diferente.

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Pido ayuda. Me acerco a un señor corpulento. No sé, me contesta, pero puede ser hacia allá. Otro simplemente se encoge de hombros. Me encuentro con un hombre pequeño. Su respuesta es: Este es mi primer día en Moscú. Soy armenio. Me multaron en el aeropuerto y ando recogiendo dinero para solventar mi situación. Le digo que no tengo efectivo, y él me responde:

-Puedes hacerme un depósito con tu celular. 

Es un método de pequeñas estafas. Sigo adelante.

 Un anciano me explica muy amablemente hacía donde ir. Camino y el GPS dice que voy en el sentido correcto. Luego de andar bastante tiempo por el bulevar de la Tverskaia veo a una bella joven sentada con un libro en uno de los bancos. Está muy concentrada en su lectura. Le pregunto por el Museo de Gorki. Con gentileza busca en su celular y me dice: Va bien. Siga hasta el final del boulevard y luego doble a la derecha. Allí encontrará la calle Malaia Nikitskaia.

Debemos confiar en la gente que ama los libros.

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 La entrada está cerrada. Le pregunto a un jardinero que hace su trabajo a conciencia si acaso el museo no trabaja hoy. Me contesta: La entrada es por la parte trasera. Es decir, por la puerta por donde entraban los del servicio. En efecto, la casa-museo de Gorki era la mansión del empresario ruso Riabushinski, expropiada en 1917.  Una anciana vende los boletos. La acompaña un viejito de barba blanca. Compro el boleto y la anciana me envía al ropero y sugiere colocarme los cubrezapatos. En el guardarropa otra anciana toma mi casaca y comenta un prospecto médico:

-Es un medicamento para los nervios. Pero ¡Dios mío, por qué escribir tanto y en tantos idiomas! Deberían economizar el papel.

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Gorki decía que la casa era absurda pero que se podía trabajar. Aquí vivió desde 1931 Hasta su muerte en 1936. En 1932 Gorki y Stalin se reunieron en esta casa con Mijail Shólojov para hablar del Don apacible. Stalin visitó dos veces más la mansión para conversar con escritores soviéticos. En la última reunión de octubre de 1932 surgió el término “realismo socialista”, definido por Stalin así:

“El artista debe ante todo mostrar la vida con veracidad. Y si verdaderamente muestra nuestra vida, entonces en ella no puede dejar de notar, dejar de mostrar lo que la lleva al socialismo. Esto será arte socialista. Esto es realismo socialista”.

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Gorki se sentía vigilado y decía que detrás de cada puerta de la casa había una oreja. En 1970 la casa fue restaurada. En una de las paredes se descubrió un enorme dispositivo de escucha. Por eso Stalin negaba el cambio de residencia a Gorki.

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La casa tiene biblioteca, gabinete, secretariado, comedor y dormitorio.

Toda la planta baja la ocupaba Gorki. La de arriba era para la familia. Gorki poseyó varias bibliotecas. La que se encuentra en esta casa tiene más de doce mil tomos. Aquí también está una colección de “orientalística” o conjunto de disciplinas científicas que estudian la historia, la economía, la literatura, los idiomas, el arte, la religión, la filosofía, la etnografía, los monumentos de la cultura material y espiritual de los países de Oriente. Gorki era amante de la cultura de Oriente.

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Una de las guías me muestra una vitrina:

-Esas estatuillas las coleccionó Gorki. Es la más grande de Europa. Son netsuke.

Los netsuke son miniaturas japonesas , inventadas en el siglo XVII. La vestimenta japonesa no tenían bolsillos. Los netsuke se usaban en lugar de bolsillos. Pero algunos son sólo estatuillas, obras de arte.

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En el comedor Gorki hacia las reuniones con los escritores soviéticos y extranjeros.

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El dormitorio tiene una cama sencilla de madera con los enseres propios de esos aposentos.

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Subo por la escalera en forma de ola de mar.

Arriba hay un cuarto con la máscara mortuoria del escritor. Una placa de mármol con la fecha y lugar de la muerte de Gorki. También su último manuscrito, una especie de queja por su salud junto a pensamientos premonitorios negativos.

Con la cuidadora tuvimos un diálogo interesante:

-Dicen que Gorki regresó a la Unión Soviética, en contra de su voluntad, porque ya no tenía dinero para vivir en el extranjero- .Digo yo.

-Bueno,-dice la guía-Es cierto que ya no podía vivir como lo había hecho en Capri .

Le recuerdo lo que escribió Aleksander Solzhenitsyn contra Gorki. Sobre su supuesta indiferencia hacia los sufrimientos de los presos políticos.

-Cada quien tiene derecho a opinar lo que piense. Pero la realidad es que Gorki ayudó para sacar a mucha gente de las cárceles. Por otro lado, puedo decirle que de Solzhenitsyn ya hay mucha gente que no habla muy bien de él.

La guía me muestra algunas fotografías de los familiares de Gorki. Yo leo la placa mortuoria, y ella me dice:

-La trajeron de la dacha donde murió Gorki. En esa dacha vive ahora la viuda de Yeltsin. A Gorki lo incineraron. Está en la muralla del Kremlin.  

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La última nota de Gorki se refiere a la disminución de sus fuerzas y ganas de vivir, su enfermedad, sus deseos y obstáculos para materializarlos. Se muestra muy pesimista y cree que morirá pronto:

“Una sensación extrema y complicada. Se complementan dos procesos: Un debilitamiento de la vitalidad de los nervios como si las células se apagaran , se cubrieran de cenizas y se tornaran grises.

Al mismo tiempo tengo una tempestuosa necesidad de hablar que raya con el delirio, Siento que hablo de manera inconexa, aunque la frase ha sido fraguada: -Pienso en una inflamación de los pulmones- Adivinaciones- No sobreviviré.

No puedo leer y dormir.

No tengo ganas de nada…Alguien ...”

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Después de la muerte de Gorki en esta casa vivió Alexei Tolstoi , el autor de “Tinieblas y amanecer”  y la novela histórica Pedro I.

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Cuando me dispongo a salir, la señora de los boletos me dice:

-Le falta todavía un departamento. Subo hasta un cuarto pequeño con un techo en forma de cúpula. Es la capilla del antiguo amo. Al lado hay un guardarropa. Lo miro, y la guía me dice:

-Lo usaba el pope para cambiarse de vestimenta. Aquí había misa todos los domingos para los familiares del señor Riabushinski.

Le pregunto por los iconos del recinto religioso.

-Si, había muchos y muy hermosos. Pero usted sabe, era el año diecisiete . Con la expropiación se perdieron todos.

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Salgo hasta el boulevard de la Tverskaia. Un carro limpia las calles. La gente pasea bajo el atardecer otoñal. Una rotonda muestra a los recién casados Pushkin y Natalia Goncharova.

Alrededor del monumento a Esenin el viento sopla fuertemente. Se levanta un remolino de hojas amarillas. Un niño corre tras la hojarasca y salta para tratar de alcanzar la cima del torbellino.

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Más adelante, a los lados del sendero, hay una exposición de varios pintores. Me detengo en cada uno de los cuadros.  Me encantaron las piezas que reflejan la hermosura de los paisajes invernales .Hay arte en cada rincón de la Tverskaia.

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Mi recorrido concluye junto al monumento de Climent Arkádyevich Timiriazev, un científico ruso especialista en botánica y propulsor de las ideas de Darwin en su patria. Mi impericia en el manejo de los selfis es notoriamente dramática.

 

 

 

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